viernes, 7 de agosto de 2009

La degradación de las personas de talla baja

Os adjunto artículo que he publicado en La Nueva España, edic. de las Cuencas, con motivo de la polémica suscitada con la contratación degradante de "un show de enanitos" en unas fiestas de un pueblo de Mieres. Tristemente las personas de talla tenemos que seguir defendiendo nuestra dignidad y nuestra condición de personas en pleno siglo XXI.

La degradación de las personas de talla baja

A propósito de la celebración del «Show de los enanitos» en las fiestas de Los Felecho

FELIPE ORVIZ ABOGADO, MIEMBRO DE LA FUNDACIÓN ALPE-ACONDROPLASIA

El pasado fin de semana se celebró la romería de Los Felechos-El Rancho, en Mieres, y dentro de la programación que elaboró su comisión de las fiestas se incluyó un «Gran show de los enanit@s que bailarán en la barra de la carpa». ¿Por qué las personas de talla baja nos oponemos, rechazamos y denunciamos este tipo de espectáculos? En primer lugar, porque vulnera nuestra dignidad como personas, nuestra condición de ciudadanos y nuestros derechos más fundamentales que conforman el código mínimo que se atribuye a toda persona en un Estado social y de derecho; estos espectáculos se basan en la humillación de una condición física (enanismo), utilizada como objeto de risa, de mofa y de degradación; estas personas no son contratadas por sus cualidades artísticas o sus dotes de interpretación, todo lo contrario: tal como establece el anuncio de la actuación «Gran Show de los Enanitos», ¿Alguien conoce los nombres de estos supuestos artistas?, ¿Qué papel interpretativo o artístico van a desarrollar en su actuación encima de la barra del bar de las fiestas?, ¿Éste es el lugar donde desarrollan los artistas sus actuaciones artísticas o interpretativas?; si es un papel artístico, ¿lo pueden desarrollar una personas de talla normal actuando encima de la barra del bar?; ¿si fueran artistas no deberían desarrollar su trabajo en un escenario o un teatro? Gracias a este tipo de actuaciones -y sobre todo de aquellas personas que las contratan y las que las consumen-, la talla baja sigue siendo la única discapacidad-condición física que causa risa, la única que es utilizada como objeto de risa y que condiciona la libertad e igualdad de todas las personas que la padecemos, porque al contrario de lo que algunos piensan y defienden, se extrapola a todas las personas que tenemos esta condición con este tipo de actuaciones e imágenes, se generaliza que a toda persona de talla baja (sea estudiante, médico, ama de casa...), hay que reírse de ella en la calle, porque son bufones, porque son payasos, porque han nacido para ello, para que el resto de la gente nos riamos de ellos, uno dice, «si en las fiestas los han contratado para ello, para que nos reíamos de ellos», ¿por qué no lo puedo hacer en la calle, en una tienda, en una entrevista de trabajo?, ¿ y por qué voy a reñir a mi hijo cuando se queda riendo de una persona con enanismo cuando el otro día los fuimos a ver ( para reírnos de ellos), en las fiestas del pueblo?

No nos opongamos a que estas personas trabajen, eso sí, dignamente. Y es por eso por lo que desde la Fundación Alpe-Acondroplasia hemos suscrito convenios con distintas organizaciones, fundaciones especializadas en la formación y empleo de las personas con discapacidad para que se puedan formar y así poder acceder a un empleo de calidad; no estamos acomplejados con nuestra condición, faltaría más -de ser así, no lucharíamos por nuestra dignidad y por nuestros derechos como personas y como ciudadanos-; es todo lo contrario: luchamos por dignificar nuestra condición física porque detrás de esta discapacidad física hay muchas personas que sufren cada día la humillación y el desprecio de una sociedad que aún los trata como bufones, como payasos y de un Estado de derecho que aún no los ampara en su condición de ciudadanos. Triste y avergonzado me siento en mi doble vertiente en cuanto persona de talla baja-acondroplasia, y ciudadano de las comarcas mineras -tierra que lideró las luchas por la libertades democráticas, cívicas y sociales- de ver cómo en pleno siglo XXI se retrocede, de ver cómo se contratan espectáculos para las fiestas «culturales» de las parroquias que humillan y denigran una condición física.

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